Pierre-Max Dubois
Biografía

PIERRE-MAX DUBOIS (1930–1995)
¡Años cincuenta! Compositores en ciernes, desgastando los bancos del gran caserón de la calle de Madrid [antigua sede del Conservatorio de París], estábamos al acecho de sus audacias en Donaueschingen y cruzábamos verbalmente la espada entre puestas de sol debussystas y valerosos caballeros de un sol, más ascético éste, que aclaraba las aguas del joven Boulez (Le soleil des eaux) – 1951. Los sonidos nuevos de la música concreta nos solicitaban también. En una palabra, estábamos vehementemente seguros de poder reconstruir el mundo y añadir a la historia de la música un capítulo determinante. Sin embargo, en las clases de Milhaud o Rivier, desafiando con una aparente indiferencia estas marejadas renovadoras, un joven con clase, elegante, venido directamente de su Languedoc natal pasando por el conservatorio de Tours (donde había sacado los premios de clarinete, armonía y piano), él se movía con ingeniosidad por los senderos de la escritura tonal. Me acuerdo de esas horas pasadas en torno al piano sobre el que cada uno de nosotros éramos solicitados por el Maestro para reducir su última obra de orquesta.
Indolente, Pierre-Max Dubois se sentaba al piano. Con la veintena todavía cercana, desgranaba delante de nosotros, con esa facilidad pianística que dejaba, en 1951, atónitos a los jurados de los concursos de piano, las volutas ligeras de esta “Suite humoristique” que dejaría sitio pronto al espeluznante “Divertissement” que la valió el premio de composición en 1953. ¡Cierto, ese Pierre-Max Dubois era semilla de Premio de Roma! Y, juventud turonense obliga, en el surco de los “Contes drolatiques” de Balzac, nuestro amigo tuvo el feliz destino de “rezocilarse” en el encierro con ese rabelesiano “Rire de Gargantua”, impuesto para la final de ese Primer Gran Premio de Roma, obtenido a mano alzada en 1953. Desde entonces, era forzoso reconocer a ese perfecto músico, peleas estéticas aparte, el más perfecto control de la escritura en la vena de excelencia de un moderno Chabrier.
Pasada la época de los estudios, cada uno tomó su propio camino en la vía de la música plural que acarreaba su lote de influencias, reflexiones y realizaciones. Supe que Pierre-Max Dubois, sin dejar de privilegiar la composición, opus a opus, no descuidaba la carrera de pianista ni siquiera la de director de orquesta. Supe incluso que, desde 1967 a 1995, asumió la clase de análisis y cultura musical en el Conservatorio Nacional Superior de Música de París. Conocimiento completo, pues, de los diversos sistemas compositivos. Pero el compositor mismo, no parecía especialmente obsesionado por los problemas de lenguaje que marcaban nuestra época. Siempre el mismo picante, la misma espontaneidad, la misma habilidad, ninguna influencia de las diversas corrientes de la investigación, siempre la misma ironía. Los títulos se burlaban de todo, de él mismo quizá: “Musique pour un western” (traviesa condensación de todas las recetas de las películas de los años cincuenta), una java para orquesta, “La grande truanderie”, “Quintette burlesque”… Un día descubrí su disco de “Musique ésotérique”. “¿Cómo, pensé, nuestro doncel escondería bajo sus ágiles piruetas algunas meditaciones profundas?” La respuesta vino en el curso de una conversación: “Soy de carácter espontáneo, pero una parte de mi persona, escondida, es ciertamente la más seria; sin embargo, ese carácter me incita a escribir una música más alegre. Me encanta el humor y no tengo la pretensión de hacer que el mundo gire al revés.”
En 1993, durante una entrevista radiofónica realizada en Radio France, me encontré con Pierre-Max Dubois. El apuesto jovencito había dejado su sitio a la madurez. Los rasgos pesados, el rostro marcado, el paso torpe mostraban que la enfermedad había dejado su huella. Sin embargo, este heredero inconfeso de Satie o del corrosivo Poulenc del primer periodo no había perdido nada de su finura de lenguaje en donde cada palabra, como las notas, tenía su justo peso. Tras la audición de “Dentellières de Bruges” me definió la obra como “Una música que fluye”, mientras que en “La comète” (extracto de “Musique dans l’espace”), las trompetas “tejen”, se divirtió indicándolo, con los hilos complejos de sordinas raramente empleadas. Conversación sin ninguna pretensión en torno a un micro, el compositor admitía que a lo largo de los años de su carrera, su evolución no fue muy grande: “La música, para mí, es una cosa distraída y natural, escribo siempre como escribía ayer. En una palabra, soy “la buena ponedora” porque, en todos los géneros, creo haber escrito tanto como Milhaud, mi maestro adorado”.
Impresionante producción, en efecto, que no descuida ninguna forma, yendo desde las piececitas destinadas a la formación de los jóvenes instrumentistas hasta ese “Quartettucio”, cuarteto miniatura para cuerda inscrito en el repertorio del Cuarteto Enesco. Del órgano al arpa pasando por el acordeón de concierto, la guitarra, el clarinete bajo, ningún instrumento es el pariente pobre de esta escritura musical que dedica la mejor parte al saxofón, instrumento todavía utilizado con prudencia por los compositores. Pierre-Max Dubois le hace valsear, respirar; lo une a sus primos de tesituras diferentes o incluso lo trata como solista frente a una orquesta sinfónica (“Segundo concierto para saxofón”). Pero, en ese día de 1993, cuando nuestra conversación radiofónica acababa, pregunté a Pierre-Max Dubois cuál podría ser la última palabra; tras un corto silencio, escuché responder: “Soy feliz con mi música y no lamento nada”.
Su sonrisa se fijaba dos años más tarde, dejando un lugar aparte en el mundo de la música, un vació difícil de llenar en nuestro tiempo atribulado, el de una jocosidad de un hombre, en la mayoría de la obra, en el espíritu de la pirueta tan francesa que se extiende de Couperin a la impertinencia del Coq et l’Arlequin de Cocteau.
Maguy Lovano

Pierre-Max Dubois obras

Catálogo autor de Pierre-Max Dubois
[ pdf - 240 Kb ]Discografía
10 préludes, for piano
Pno : Kenneth van Barthold
Enregistrement CD DARMO DARCD902.
Histoire de piano, for piano
Pno : Kenneth van Barthold
Enregistrement CD DARMO DARCD902.
Sonate, for piano
Pno : Kenneth van Barthold
Enregistrement CD DARMO DARCD902.
Deuxième concerto, for saxophone and orchestra
Sax : Daniel Gremelle
Slovak State Philharmonic Orchestra
Enregistrement Marco Polo 8.225127.