Charles Koechlin
Biografía

© Foto : R. Paul
CHARLES KOECHLIN (1867–1950)
En su autobiografía aún inédita, Charles Koechlin nos confiesa: “Hay que buscar en su herencia alsaciana sus características: su energía, su ingenuidad, –por el contrario, su horror a las engañifas–, su sinceridad absoluta y simple”. Y esto debe aclararnos sobre su música incluso, nos indica “cómo hay que tomarla. Y si es tan cierto que podemos hacer nuestro propio retrato trazando el de otros, podemos repetir a propósito suyo lo que él declaraba de su amigo Albert Roussel: “Fue un artista completo, un músico, un pensador, un hombre”.
Koechlin nace en París el 27 de noviembre de 1867. Su padre es diseñador de la industria textil. Sus padres pertenecen a la rica burguesía industrial de Mulhouse. En su medio se honran las artes. Su hermana toca el piano. Escucha y ya ciertos encadenamientos armónicos le impresionan. Le evocan “noches plateadas de luna, fondos submarinos con bosques irreales de su querido 20.000 leguas de viaje submarino”. Pero es, sobre todo, la “Cantata de Pentecostés”, de Bach, la que le emociona, primer signo de una admiración que no hará otra cosa que crecer y le hará decir mucho más tarde: “Posiblemente haya que amar a Bach para comprender a Koechlin”.
Hacia sus quince años, busca comentar musicalmente la “Sirenita”, de Andersen. Al mismo tiempo realiza sus estudios secundarios en la Escuela Monge, y luego en el Liceo Carnot, que le llevan en 1887 a la Escuela Politécnica. A raíz de una grave enfermedad debe abandonarla dos años más tarde. Gracias a este infortunio puede, a partir de entonces, consagrarse completamente a la música e ingresa en el Conservatorio de París.
A la vez que la clase de Massenet, sigue la de Gédalge que enseña contrapunto y fuga. Cuando muere A. Thomas, director del Conservatorio, el nombramiento de Th. Dubois como director entraña la dimisión de Massenet. Gabriel Fauré le sucederá. Se ha hablado a menudo del admirable maestro que fue. Koechlin lo apreció pronto: “…me daba su confianza encargándome de suplirle en fuga y contrapunto cuando no podía atender a sus clases, es decir, durante sus giras de inspección a los conservatorios de provincias”.
Comenzó a construir su obra y a los 23 años, compone su Opus 1, “Cinq rondels” para canto y piano. A los 83 años, el año de su muerte, temina sus “Motetes de estilo arcaico”. Entre estos límites, con una rara potencia de trabajo, va a componer durante 60 años una de las obras más importantes de su tiempo que, “por sus dimensiones y su complejidad, nadie, como indica Henri Sauguet, puede presumir hoy de conocer en su totalidad”. Y el espíritu que animará esta obra es “sobre todo, dice él mismo, un espíritu de libertad”.
Este amor por la libertad no se encuentra solamente en el carácter popular de gran parte de su música; está ligado, igualmente, a lo que ha denominado “su culto por el mar, la montaña, los animales, los árboles, la naturaleza entera”.
Su obra más representativa en este ámbito es sin duda el “Libro de la jungla”, esta vasta suite sinfónica con solistas y coros que, comenzada en 1899 con la “Berceuse phoque” se termina en 1939 con el poema sinfónico “Les Bandar-Log”, pasando por la “Canción nocturna en la jungla” (1899), el “Canto de Kala-Nag” (1899); el “Curso de la Primavera” (1925) y los poemas sinfónicos “La Meditación del Purum Baghât” (1936) y “La Ley de la Jungla” (1939).
Durante una vida tan larga en la que el impulso creador no se frena nunca, su lenguaje debía evolucionar, siempre determinado por la expresión, pero también, él lo ha reconocido, “en el sentido del gran movimiento hacia la libertad de escritura de Franck y Chabrier, de Fauré, y luego de Debussy, y en fin de las músicas politonales y atonales”. Sin embargo –y hay que ver en ello una consecuencia de su origen protestante, de su herencia alsaciana de la que está orgulloso, dice él, “este equilibrio de disciplina y libertad (por otra parte, en concordancia con su concepción del protestantismo)”– paralelamente a este lenguaje politonal y atonal al que llega, hay que ver la importancia que concederá al coral, la fuga, el alimento espiritual que extrae de su constante frecuentación con la obra de J. S. bach, que le incitan a practicar una escritura “tradicional” que usa libremente notas de paso. Esta concepción nueva y tradicional a la vez del contrapunto que aflora en el “Coral en fa menor” para órgano, solo podía reforzarse por su simpatía hacia los modos antiguos que el admirable Bourgaul-Ducoudray, en sus clases de historia de la música del conservatorio, se los había hecho familiares y de los que valoraba toda la importancia que tenían en la obra de músicos que le eran muy queridos, Chabrier, Fauré, Debussy. Esta armonía modal, gracias a la cual se embarca dejando de lado los sombríos mares encantados por el espectro del Holandés errante y de Tristán para aparecer en el Ática a la cálida y fina luz o para encontrar la espiritualidad y la riqueza de nuestra Edad Media, que impregna una gran parte de su música.
Al alba de su carrera, se encuentra atraído sobre todo por los coros y las melodías. Luego se envalentona y aborda el poema sinfónico con “Les Vendages” (1896-1906), “La nuit de Walpurgis classique” (1901-1907), “Chant funèbre à la memoire des jeunes femmes défuntes” (1902-1907), “Jacob chez Laban”, que estrenará el Teatro Bériza en mayo de 1925, “La Divine Vesprée” (1918), ballet que no ha sido revelado hasta ahora más que por su interpretación en versión de concierto en 1917.
Abandonando parcialmente sólo por un tiempo a la orquesta, se siente ahora bastante seguro de sí para escribir obras de música de cámara. La “Sonata para flauta y piano” (1911-1913) inaugura toda una larga serie de sonatas para todos los instrumentos, solos o acoplados, en particular la “Balada para piano y orquesta” (1913-1919) y la “Sonata para fagot y piano”.
A este periodo de su producción se le unen igualmente sus “Tres Cuartetos con piano” (1912-1921), que consideraba como “la más señalada”, quizás, de sus obras; su “Trío para flauta, clarinete y fagot” (1924), su “Trío de lengüetas”, su “Septeto de instrumentos de viento” (1937)… Hay que observar, con su autor, que cada una de sus partituras será “una obra única cuyo plan se encuentra determinado por la evolución viva de los temas y sentimientos, por su vida misma, y que no fue nunca decidido anteriormente”.
Dificultades financieras le obligaron a los 50 años a consagrarse parcialmente a la enseñanza. Lo que haría por necesidad no tendría por qué lamentarlo ya que, confesará, “mi mejor alumno soy yo mismo”. Koechlin escribió un Tratado de Armonía, otro de Contrapunto, Estudios sobre el Coral y la Fuga de escuela en el estilo de J. S. Bach, sin contar con su magistral Tratado de Orquestación.
La influencia de esta escritura fugada fue considerable en su producción. Si extraemos de ella el “Buisson ardent” (1938-1945), “L’Offrande musicale sur le nom de Bach” (1942), “La Segunda Sinfonía” (1943), “Le docteur Fabricius” (1941-1944), poema sinfónico según un relato de Ch. Dolfuss cuya primera audición tuvo lugar en Bruselas en enero de 1949, no habremos señalado más que una pequeña parte.
El 31 de diciembre de 1950, Charles Koechlin, hombre libre, artista independiente, se apaga en su casa del Cancadel, al borde del Mediterráneo. Siguiendo su deseo, se le hicieron las exequias más simples. Una gran parte de su obra permanece inédita. Poco tiempo antes de su muerte, había suspirado por las dificultades de ser interpretado: “Déjeme esperar que algo suceda finalmente, y que, si aún vivo algunos años, escucharé L’Ofrande musicale sur le nom de Bach y mi poema sinfónico Le Buisson ardent”. Si su deseo no se cumplió, al menos tenía confianza en su obra. En 1947, había escrito con esa franqueza que le caracterizaba: “… al atardecer de mi vida, me doy cuenta de que la realización de mis sueños de artista, por incompleta que sea, me ha ofrecido la satisfacción íntima de no haber perdido mi tiempo en la tierra…”
Agradecemos al Señor Roger Delage, que nos ha autorizado amablemente a reproducir un extracto de su estudio aparecido en la revista “La Musique en Alsace hier et aujourd’hui” (lib. Istra, Strabourg, 1970).

Charles Koechlin obras

Catálogo autor de Charles Koechlin
[ pdf - 220 Kb ]Discografía
Ballade, for piano
Jean-Pierre Ferrey
SKARBO n°3932 CD 1995
Ballade, for piano and orchestra
Orchestre Philharmonique de Monte-Carlo
Sol. : Bruno Rigutto
Dir. : A. Myrat
EMI CDM 764 369-2 P.M. 1731391
Dix études, for saxophone and piano
Sax : J. Desloges
Pno : A.M. Desloges Stéréo E.F.M. 012
Douze études, for saxophone and piano
Sax : P. Brodie
Pno : Antonin Kubalec
Classic Edition 16 Music Minus one 43W
61 Street New York N.Y. 10023
Les chants de Nectaire, for flute solo
Fl. : Jan Merry
Encyclopédie Sonore Hachette 320-2884
E.S.H. (5 discs) E.S.H. 50-84 LT
Les confidences d'un joueur de clarinette, for clarinet
Cl. : Arturo Ciompi
Music Orion - Master Recording ORS 82246 - U.S.A. (1982)
Offrande musicale sur le nom de Bach
Orchestre Radio-Symphonique
M.F.B. 019 - Editions Bauer de Frankfurt - CD 1989
Deuxième sonate, for clarinet and orchestra
Ensemble Orchestral L'oiseau Lyre
Cl. : P. Lefebvre
Dir. : R. Désormière
EPM "The Classical Collecter 150-142